martes, 19 de febrero de 2013

Improvisando con la Escala Mayor


Divulgación musical

Improvisando con la Escala Mayor

Por Julio F. González Iramain –Prof. de Música (Esc. Walter Malosetti), Lic. en Comunicación Social (UBA) – Director de la Escuela Superior de Música de La Rioja.  03822-421119 / jgonzaleziramain@yahoo.com.ar

La improvisación es básicamente un enfoque de la música en donde se ponen en juego una serie de elementos técnicos que todos los músicos deben conocer, más allá de que se dediquen a improvisar o no. Uno de estos elementos técnicos son las escalas.

Las escalas son sucesiones de sonidos que pueden aplicarse a la creación de melodías pero también son la base de la armonía (los acordes) de las obras tonales y modales. Cualquier sucesión de dos o más sonidos puede ser considerada una escala pero nos centraremos aquí en las de mayor uso en nuestro sistema musical.

Hay que entender además que una escala es un listado de posibilidades melódicas y que por ello el músico debe tempranamente desprenderse de la linealidad que ella le impone, tomando consciencia de las relaciones que se establecen entre los sonidos y de su interacción con los acordes. Siempre digo a mis alumnos que una escala es como un camino de piedras-laja en un jardín: nos permite caminar sobre terreno seguro, sobre las notas “correctas”. Pero por supuesto que no es el único camino para “moverse por el jardín”.

La escala Mayor

La escala Mayor o modo Jónico es la base del sistema tonal mayor de la música occidental. Tiene siete sonidos que se relacionan entre sí con la siguiente estructura (contada desde la fundamental): TONO–TONO–SEMITONO–TONO–TONO–TONO–SEMITONO (ver pentagramas y diagrama para la guitarra). Si se empieza la escala desde cada una de sus notas obtenemos siete modos que se los conoce con el nombre de “modos griegos” o “gregorianos” (en homenaje al papa Gregorio el Grande, quien organizó la litúrgica y los cantos religiosos medievales). Vamos a concentrarnos en el uso de la escala Mayor vista globalmente, sin adentrarnos en los modos, tema que retomaremos más adelante.

Esta escala sirve principalmente para improvisar o crear melodías sobre acordes mayores con séptima mayor (maj7, 7M, ∆, en el cifrado americano) pero también contiene todos los acordes que se generan en la armonización de la escala mayor: REm7, MIm7, FAmaj7, SOL7, LAm7 y SIm7(b5) (en el caso de la tonalidad de DO mayor). Por lo tanto, cualquier composición en modo mayor puede ser improvisada con la escala antes señalada. Si la obra está en otra tonalidad, se debe transportar la escala a la tonalidad correspondiente, manteniendo la estructura señalada en el párrafo anterior. Por ejemplo, si tenemos una composición en SOL mayor, deberemos usar la escala de SOL mayor: SOL, LA, SI, DO, RE, MI, FA#.

A continuación, transcribimos los acordes de la “Chayita del vidalero”, del célebre compositor riojano Ramón Navarro, sobre la que se puede usar la escala de SOL mayor para improvisar. 







La Improvisación en la música al alcance de todos


Divulgación musical

La Improvisación en la música al alcance de todos

Por Julio F. González Iramain –Prof. de Música (Esc. Walter Malosetti), Lic. en Comunicación Social (UBA) – Director de la Escuela Superior de Música de La Rioja.  0380-4421119 / jgonzaleziramain@yahoo.com.ar

Gracias a (o quizás podríamos decir “por culpa de”) la homogeneización cultural que produjo la globalización, la música en el mundo, por primera vez en la historia, parece encaminarse hacia la adopción de un sistema musical compartido, aunque, claro está hegemonizado por un enfoque occidental (europeo). Este sistema musical en realidad surge como una reinterpretación del sistema musical griego-helenístico que se produjo desde la Edad Media a lo largo de unos mil quinientos años y que desembocó, primero en el sistema tonal, y luego en el “Temperamento igual” que se produjo en el epílogo del período Barroco: La división de la octava en 12 intervalos iguales que usamos actualmente (en detrimento de los microtonos y los intervalos desiguales del sistema de afinación pitagórico y por los armónicos).

La música de occidente se sustenta sobre tres innovaciones que, a la vez, suponen grandes pérdidas. Occidente reinterpreta (a partir de la cosmovisión eclesiástica medieval) la tradición modal griega y, con el correr del tiempo, el actual modo Jónico desemboca en el Sistema Tonal. Así se pierde la riqueza y el color del resto de los modos griegos y sobre todo el sistema Enarmónico que contenía 15 sonidos y  microtonos, divisiones menores a nuestro actual semitono. La necesidad de transportar melodías y armonías a otras tonalidades y el creciente uso de instrumentos de teclado como el Clave (el antecesor del Piano) llevó a la necesidad de la afinación fija, y esto al Temperamento, con la consabida pérdida de la diversidad que suponía tener distintos tipos de intervalos: Salvo las octavas, el resto de los intervalos de nuestro sistema musical actual están “corruptos”, no coinciden con los intervalos naturales que se verifican en los armónicos. Para decirlo grosera y esquemáticamente: Nuestro sistema musical está desafinado con respecto a la naturaleza del sonido porque parte de una abstracción (la división en 12 partes iguales de la octava).

La tercera innovación-pérdida occidental es la escritura musical. La tradición hindú y la misma música griega tuvieron (y tienen) formas de escritura musical –algunas de ellas muy avanzadas-. Pero Occidente, en el largo camino que lleva de la edad Media a la Modernidad hace de la escritura musical un dogma y la convierte en la apoteosis de la música. Tanto la milenaria tradición de la India, como la griega, basaban su sistema musical en la improvisación sobre escalas y modos combinados con patrones rítmicos y formas de acentuación (similares a nuestra idea de compás pero mucho más abiertos, dinámicos y móviles). Es decir que la tradición musical que nos antecede nace como música de improvisación. Estas dos ricas tradiciones pueden rastrearse en la actualidad a través de grabaciones de música clásica de la India (su sistema musical incluye hasta 22 notas) y la música griega vive aún en la música religiosa y tradicional (no en el arte de masas) de Medio Oriente.

En Occidente, en la primera etapa medieval, se improvisaba pero esta práctica fue abandonándose a medida que la escritura trajo la idea hegemónica de “la obra musical” (concepto que sutura, cierra y estructura una composición que ahora debe ser interpretada según lo escrito en el pentagrama). Luego, la educación musical tradicional hizo lo propio y terminó desterrando la improvisación a la música popular o transformándola en patrimonio de unos pocos “genios”: los compositores escolásticos.

Empero, en el siglo XX, con el jazz y la masividad del rock, la improvisación regresó al imaginario colectivo musical para recuperar acaso el terreno que nunca debió perder.


Improvisar, el estado natural de la música

Pero ¿qué es improvisar? ¿Es un estado de iluminación cosmológica tal que los sonidos vienen al músico y éste los vuelca a su instrumento? No, improvisar es el estado natural de la música y, con ello, es previo a la escritura o al pautado de las ideas musicales. Improvisa el músico de jazz pero también lo hace el compositor académico o el arreglador antes de volcar sus ideas sobre el papel.

Pero improvisar musicalmente no es lo mismo que ser un músico improvisador: El músico que improvisa busca sus composiciones, variaciones y arreglos con los mismos elementos técnicos que el improvisador. La diferencia es que el primero, una vez encontrada la idea musical, cesa en su búsqueda (para esa obra) mientras que el improvisador se prepara y entrena para que su lenguaje esté permanentemente imbuido de esa búsqueda de ideas musicales. El improvisador es un especialista en jugar con los sonidos en tiempo real, mientras que el músico “normal” centra su lenguaje en la previsibilidad que le da la repetición de lo ya compuesto, esté esto escrito o no. Entonces, se llama “improvisador” a aquel músico que está específicamente entrenado para improvisar, que tiene un cúmulo de conocimientos que le permiten hacer melodías en “tiempo real”, mientras se ejecuta la obra.

Estos conocimientos o elementos técnicos de un improvisador son los mismos conocimientos que debe adquirir y usar cualquier músico y pueden resumirse en el manejo general del sistema musical, un uso amplio de la Armonía (los acordes, los sistemas armónicos) y la Morfología musical, el conocimiento y utilización profuso de elementos que sirven para componer melodías como escalas, arpegios y sustituciones funcionales. Además, improvisar requiere de una sólida cultura rítmica, de un constante entrenamiento auditivo y, sobre todo, de una actitud abierta frente a las ideas musicales.


Bibliografía para consultar:

Athos Palma, José y Cattoi, Blanca; “Apuntes de acústica y escalas exóticas”, Bs. As. Ricordi

De Candé, Roland; “Historia universal de la música”; Aguilar

González Iramain, Julio F; “Introducción a la improvisación en el Jazz y la música popular”, La Rioja, Edición independiente, 2007

Quintiliano, Arístides; “Sobre la música”; Gredos

Schömberg, Arnold; “Armonía”; Madrid, Real Musical