miércoles, 22 de mayo de 2013

Las funciones armónicas de los acordes en el modo Mayor



Divulgación musical

Las funciones armónicas de los acordes en el modo Mayor

Por Julio F. González Iramain –Prof. de Música, Lic. en Comunicación Social – Director de la Escuela Superior de Música de La Rioja.  0380 442-1119 / jgonzaleziramain@yahoo.com.ar


Habíamos descripto que la característica fundamental de la música Tonal se sustenta en la existencia de un acorde principal de estabilidad y reposo llamado “Tónica”, y en la presencia de dos notas “sensibles” que aportan tensión y movimiento al sistema. También describimos cómo éstas sensibles debían ser resueltas para restituir el equilibrio que siempre debe estar presente en la música Tonal. Recordemos que estas dos notas “sensibles” se corresponden con los dos semitonos que aparecen en cualquier escala mayor: la cuarta y la séptima (FA y SI, respectivamente, en DO mayor). La cuarta se llama “sensible modal” porque resuelve de manera descendente en la tercera (MI), que es la nota que decide el modo de la tonalidad (mayor o menor); y la séptima (SI) se denomina “sensible tonal”, porque descansa de forma ascendente en el centro de la tonalidad o “tónica”.


Las funciones tonales

Ahora bien, dependiendo de si contienen alguna de estas notas sensibles, puede clasificarse a los acordes que se forman al armonizar una escala Mayor según su función armónica. Así, en música Tonal existen tres funciones o estadios: Reposo o distensión, llamada “Tónica”; mediana tensión o transición, denominada “Subdominante”; y tensión o “Dominante”.

Debe aclararse que en armonía contemporánea se suelen utilizar séptimas mayores en los acordes de Tónica. Estas séptimas son las sensible tonales (por ejemplo DOmaj7 tiene la nota SI como séptima, sensible tonal), notas que no se usaron armónicamente sino hacia el fin del clasicismo pero que comenzaron a utilizarse con profusión a partir del siglo XIX debido a que son consonancias directas (una quinta justa) de las terceras de los acordes mayores de tónica (la nota MI del DOmaj7).

Hecha esta salvedad, funcionan entonces como Tónica los grados I (DOmaj7), III (MIm7) y VI (LAm7) de la armonización de la escala Mayor o Jónica. Estos acordes suelen aparecen en los comienzos y finales de obra y en las resoluciones cadenciales de todas las tensiones. Estos acordes no contienen sensibles (salvo lo indicado de la nota SI, presente en DOmaj7 y Em7).

Los Subdominantes deben contener la sensible modal (FA) y son los grados IV (FAmaj7) y II (REm7). Los Dominantes deben tener ambas sensibles: modal (FA) y tonal (SI). Y se los encuentra en la armonización del V (SOL7) y del VII (SIm7b5 o SIØ, semidisminuido).

Si se combinan estas tres funciones, aparecen las cadencias (estructuras armónicas mínimas donde se verifica esta dualidad tensión-reposo) que el lector podrá descubrir en la gran mayoría de las composiciones tonales:
V, I (SOL7 DOmaj7)
IV, I (FAmaj7 DOmaj7)
IV, V, I (FAmaj7 SOL7 DOmaj7)
II, V, I (REm7 SOL7 DO maj7)

La función Dominante del V grado puede ser cumplida por el VII y la función Subdominante del IV por el II, indistintamente. Para la función Tónica se pueden emplear el I, VI o III, haciendo la salvedad de que este último debe ser evitado con su tercera en el bajo (la nota SOL en DO mayor) porque lo asemeja a un dominante. A continuación, transcribimos dos fragmentos musicales que dan cuenta de estas cadencias y movimientos.



miércoles, 17 de abril de 2013

El modo Mayor del sistema Tonal y la resolución de tensiones



Divulgación musical


El modo Mayor del sistema Tonal y la resolución de tensiones


Por Julio F. González Iramain –Prof. de Música, Lic. en Comunicación Social – Director de la Escuela Superior de Música de La Rioja.  03822-421119 / jgonzaleziramain@yahoo.com.ar


Vimos anteriormente los acordes que se forman al superponer por terceras los sonidos de la escala Mayor o Jónica. Estos acordes son la base del sistema Tonal Mayor que, como decíamos, tiene como característica principal la preeminencia de un acorde (la tónica) sobre los demás. Esta centralidad del acorde de tónica tiene varias explicaciones desde la teoría de la música pero hay una especialmente convincente: Si analizamos la estructura de la escala Mayor nos vamos a encontrar con que sus notas se relacionan entre sí mayoritariamente por tonos. Pero hay dos casos en donde aparecen semitonos: entre la Tónica DO y la séptima nota SI; y entre la cuarta nota FA y la tercera MI (siempre tomando como ejemplo la escala de DO mayor).

En música hay determinadas relaciones sonoras, llamadas intervalos (distancias musicales entre sonidos), que suscitan una gran empatía entre los sonidos que relacionan. Tal es el caso de la llamadas “consonancias”, como los unísonos (la misma nota), octavas (la misma nota duplicada en frecuencia), quintas justas, terceras mayores y cuartas justas que la mayoría de los tratados describen. El semitono es, en música, junto con todos los intervalos disminuidos y aumentados, una relación donde la “disonancia”, la tensión, llega al extremo. Esto es así porque, una vez que la percepción auditiva se acostumbra (por repetición) a una determinada nota, la aparición de otro sonido a un semitono de distancia (más grave o agudo, lo mismo da) genera una sensación de inestabilidad y tensión sonora. Es que los semitonos tienen una enorme carga energética sobre sus notas contiguas, energía que, dado el equilibrio que postuló desde sus inicios el sistema Tonal, debe ser distendida prontamente.


La resolución de tensiones en el sistema Tonal

Estas notas que provocan tensiones se llaman en teoría musical “sensibles” y son la base de los movimientos armónicos dentro de las obras tonales. En armonía tradicional no se usaban acordes con séptima, sino “triadas”, acordes de tres notas que se estructuran con una Fundamental (la nota que le da el nombre al acorde), una tercera (el sonido que decide si el acorde es mayor o menor) y la quinta. Con el correr de tiempo las séptimas comenzaron a utilizarse más frecuentemente y, en la actualidad, es común encontrar también acordes de más de siete notas con novenas, oncenas y trecenas.

Tradicionalmente, cada vez que aparecían las sensibles debían ser resueltas lo más pronto posible. Así, el semitono SI-DO es llamado de “sensible Tonal” (porque el SI debe resolver en la tónica, DO)  y el de FA-MI se lo designa de “sensible Modal” (la cuarta, FA va hacia la tercera MI, la nota que define si el acorde es mayor o menor). Entonces, los acordes que tenían alguna de las sensibles eran considerados inestables y debían ir hacia acordes sin sensibles o “estables”. Surgen de este modo tres estadios o funciones de los acordes según incluyan o no sensibles: Distensión (Tónica), mediana tensión (Subdominante, sensible modal) y tensión (Dominante, sensible tonal).

Cuando un acorde tenía la sensible tonal (SI) era considerado como “Dominante” y cuando tenía la sensible modal (FA) era tratado como “subdominante”. Al empezarse a usar las séptimas este esquema se mantuvo, aunque con menos rigidez: Por ejemplo, si se le agrega la séptima (SI) al acorde de tónica (DO) va a contener la sensible tonal. Pero en realidad esta nota  también es la quinta justa de la tercera (MI) del acorde, una consonancia directa, lo que ablanda esta sensación de tensión. Algo parecido ocurre con el tercer grado de la escala armonizada (MIm7), en donde la presencia de la sensible, SI, lo puede hace parecer como un dominante (sobre todo si tiene su tercera, SOL, en el bajo). Las notas que lo componen le dan una gran ambigüedad (y una gran riqueza, por cierto) porque lo asemejan tanto a un DOmaj7 (la tónica) como a un SOL6 (un dominante sin sensible modal).

El uso de séptimas en los acordes dominantes generó la aparición del intervalo de quinta disminuida (b5) o “tritono” (porque son tres tonos exactamente entre una nota y otra). Esto llegó a ser llamado por varios tratadistas medievales “Diabolus in música” (el diablo en la música) y era trabajado por los compositores con sumo cuidado. Una vez que las supersticiones del cristianismo primitivo dejaron de atormentar (literalmente hablando) a las mentes libres, este intervalo empieza a aparecer más frecuentemente. Este “tritono” es el intervalo característico del acorde dominante con séptima, que tiene las dos sensibles (tonal, SI, y modal, FA), que deben resolverse: la tonal hacia la tónica y la modal hacia la tercera. La función subdominante es un estado de transición entre la distensión de la tónica y la tensión del dominante porque tiene sólo la sensible modal FA, que se resuelve en MI (ver gráfico).



lunes, 1 de abril de 2013

El modo Mayor del sistema Tonal


Divulgación musical

El modo Mayor del sistema Tonal

Por Julio F. González Iramain –Prof. de Música, Lic. en Comunicación Social – Director de la Escuela Superior de Música de La Rioja.  03822-421119 / jgonzaleziramain@yahoo.com.ar

Muchas veces silbamos o tarareamos una melodía; o escuchamos música en la radio y, como con muchas otras cosas que nos ocurren cotidianamente, jamás nos ponemos a pensar en que la mayoría de esas melodías tienen como centro a una de sus notas. Incluso podemos tener mayor o menor consciencia de esa nota, repetirla o retenerla en la memoria pero no nos planteamos el por qué de esta forma de concebir la música. Es que estamos acostumbrados a que lo que nos rodea se naturalice y se transforme en el paisaje de todos los días. Esto es llamado por los etnólogos “habitus” y tiene que ver con el acostumbramiento a determinadas formas culturales que no tienen nada de naturales pero que lo parecen por la fuerza de la repetición a través de generaciones. Esto ocurre con lo que llamamos en música “Sistema Tonal”.

La “Música Tonal” es una construcción de la música occidental que surge de varias fuentes: las escalas antiguas griegas, la tradición de canto litúrgico judeo-cristiana, una serie de “folklores” europeos (Francos, Germanos, Celtas), y otras influencias (no menores) como la tradición indo-oriental que (a regañadientes) se coló por los resquicios de la historia y sobrevivió, resignificada, hasta nuestros días.

La música tonal surge progresivamente del uso de las escalas griegas que se produjo en la Europa medieval a partir del siglo III y que llevó a la consolidación del sistema musical  que tan “natural” nos parece hoy, durante el siglo XVIII. En realidad, el pasado de la música tonal son modos y escalas (e incluso otras formas más complejas de afinación o sistemas con el doble de sonidos que nuestras 12 notas) que poco tienen que ver con el paupérrimo estado artístico de gran parte de la música de masas actual. Y me atrevería a decir que el futuro de la música debería “haber llegado hace rato” con el definitivo rompimiento del sistema tonal y su asfixiante corsé de limitadas posibilidades melódicas y armónicas. En realidad, en el siglo XIX y XX, desde el Impresionismo musical hasta el Atonalismo, pasando por el Jazz y la fusión étnica,  lograron romper ese corsé, aunque la mayoría de la gente -incluyendo a muchos músicos- no se haya percatado de tal novedad y siga aferrada a las viejas melodías y acordes claros, sencillos y tonales.

¿Qué es la música Tonal?

El sistema Tonal es una forma de organización de la música donde un acorde, llamado “tónica”,  subordina a los demás. Esta tónica funciona a la manera de un "centro", un punto de distensión, reposo o estabilidad, al cual siempre se vuelve (ese acorde suele ser el primero y el último de las composiciones tonales y por lo general aparece el doble de veces que el resto de los acordes). En rigor de verdad, esta centralidad de una de las notas fue un largo proceso que partió del uso de dos modos griegos: nuestras actuales escalas Jónica y Eólica. La primera dio origen a las tonalidades mayores, mientras que la segunda (junto con otras escalas más que analizaremos más adelante) alumbró el sistema Tonal Menor.

Si se armoniza la escala Jónica, vamos a obtener siete acordes armados por terceras superpuestas (en realidad, el tema es más complejo y remite a la física del sonido pero a efectos prácticos podemos considerarlo de esa forma): DOmaj7, REm7, MIm7, FAmaj7, SOL7, LAm7 y Bm7(b5) (este último llamado “semidisminuido” y graficado con un cero tachado en diagonal, Ø). En los gráficos se ilustran la estructura de la escala Mayor Jónica (TONO- TONO-SEMITONO-TONO-TONO-TONO-SEMITONO) y su armonización para guitarra y piano (en DO mayor).


Bibliografía para consultar:

González Iramain, Julio F; “Introducción a la improvisación en el Jazz y la música popular”, La Rioja, Edición independiente, 2007

Hindemit, Paul; “Armonía Tradicional”; Bs As. Ricordi

Pellican, Ricardo “Armonía práctica para guitarristas”; Bs. As. Ed. Independiente

Nettles, Barrie; “Harmony”; (apuntes en 4 volúmenes del curso de Armonía del Berklee College of Music, Boston, USA)

Piston, Walter; Armonía, Ed. Labor

Schömberg, Arnold; “Armonía”; Madrid, Real Musical



lunes, 25 de marzo de 2013

Divulgación musical


Música y dictadura

Por Julio F. González Iramain –Prof. de Música, Lic. en Comunicación Social – Director de la Escuela Superior de Música de La Rioja.  (0380) 442-1119  jgonzaleziramain@yahoo.com.ar

“Y bien, finalmente llegó el mes de marzo del 76 y pasó lo que pasó, tuvimos que hacernos cargo de que había que abandonar la ciudad y el país y poner proa a España si queríamos seguir viviendo, y cuando tras muchas horas de viaje se nos iba acabando la provincia, cerca de los límites con Córdoba, medio adormecidos por el silencio del desierto y por los años oscuros que empezaban, vimos cruzarse con nosotros un camión procedente de la pampa húmeda, y en su carrocería, con su embalaje de árbol de navidad europeo, nada menos que el Krämer (un piano) mitológico, que al no encontrar destinatario regresó sin pena ni gloria hacia un destino incierto”. Así relataba el músico y escritor riojano Daniel Moyano el comienzo de su exilio durante la dictadura militar. Después de años de vivir en La Rioja con su mujer Irma, habían podido traer el piano de ella hacia La Rioja, justo cuando debían irse para escapar de los Llerena y los Menéndez, para no correr la suerte de Monseñor Angelelli y tantos otros…* La anécdota no es menor: el piano venía y la música (Moyano y su mujer) se iba hacia destinos inciertos para no regresar jamás. Y así paso con escritores, pintores, poetas e intelectuales: un país que se oscurecía y achicaba, que se recluía en el hogar del toque de queda de la bota neonazi “procesista”, que dejaba de tocar, publicar, pensar, crear e imaginar; que entraba en la hora más oscura de su historia.

Bailaste los discos de moda
Todos conocemos la fatídica historia de la dictadura militar, las desapariciones de personas, los exilios y todo lo demás, y no es esta columna el lugar para hacer un nuevo análisis político del tema. Pero para aportar al recuerdo y la reflexión sobre esos días vamos a abandonar por esta vez el perfil técnico que le hemos impuesto a este espacio para recordar sucintamente la conflictiva relación entre la música y la dictadura militar. Acaso quienes más sufrieron persecuciones y exilios por parte del terrorismo de Estado hayan sido los artistas populares quienes, por su cercanía con las masas y su realidad cotidiana, estuvieron siempre expuestos a inquietar al poder y sufrir sus represiones. Folkloristas y rockeros son en este sentido las principales víctimas de los años negros. Desde el sospechoso “accidente” que sufriera Jorge Cafrune, hasta los exilios de Mercedes Sosa, Horacio Guaraní, Litto Nebbia, León Gieco o Piero, por nombrar sólo algunos. Los otros, los que se quedaron, sufrieron los aprietes de la censura oficial (el mentado “Comfer, por ejemplo) y la represión policial a la salida de cada concierto.

La dictadura militar tuvo una primera etapa en extremo sangrienta, una vez usurpado el poder en 1976. Pero los años anteriores ya se había iniciado la represión con la “triple A” de José López Rega. A fines de 1975 se estaba produciendo ya la feroz cacería a la guerrilla trotskista (ERP) en Tucumán. La música popular argentina de la época tenía una gran vitalidad, en gran parte heredada de los grandes movimientos sociales y culturales de fines de los años sesenta en la Argentina post Cordobazo. El folklore tenía un gran circuito de festivales y peñas (similar al actual) y una enorme presencia en las disquerías. Algo similar ocurría con el Rock nacional que desde principios de los años 70’ había conquistado a los jóvenes con grupos como Los Gatos, Almendra, Pescado Rabioso o Manal. La dictadura veía ambos fenómenos culturales como una amenaza, aunque el rock era sin dudas el más peligroso porque era música para jóvenes y realizada por jóvenes. Y los jóvenes eran un sujeto social amenazante a los ojos de los represores, fuente de la mayoría de los cuadros de la guerrilla y siempre dispuestos a querer cambiar el mundo. Además, ya existía el antecedente del Cordobazo y del siempre presente apoyo de las juventudes a las protestas sindicales. Y el rock, como subproducto de la cultura juvenil, no era ajeno a esto. La dictadura combatió a los jóvenes asesinando y torturando a cuadros guerrilleros y militantes, y censurando y reprimiendo cuanto concierto juvenil pudiera. También se encargó de amenazar a sus artistas para que abandonaran el país. Además, la dictadura fomentó la extranjerización y la banalización cultural promoviendo en radios y tv artistas livianos y pasatistas, tanto extranjeros como nacionales. Desde Rafaela Carrá hasta Palito Ortega, desde los Bee Gees a Village People, la idea era oponer una cultura de masas movilizadas (en los conciertos, en las cartas de lectores de las revistas) a una cultura de masas “inmovilizada”, recluida en la privacidad de los hogares, bajo la atenta mirada de padres que protegían a sus hijos y estigmatizaban a los jóvenes que “algo habrán hecho”.

Astiz y la bossa nova
Aparte de ser patéticamente célebre como asesino o torturador serial en la ESMA, el marino Alfredo Astiz ostenta el ignominioso récord de haber secuestrado y asesinado al pianista brasilero Francisco Tenorio Cerqueira. Apodado “Tenorinho”, tenía 33 años y había venido a tocar al país con Vinicius de Moraes en el teatro Gran Rex. La noche del 18 de marzo de 1976 fue capturado en la puerta del hotel Normandie donde la delegación se hospedaba en Buenos Aires. Nunca se aclaró si al pianista lo confundieron con un guerrillero local o si su secuestro formó parte del Plan Cóndor**. Pero Cerqueira tenía barba, anteojos y pelo desaliñado, razones suficientes para estar en peligro en la época. 

Argentina hacia el mundial
Hacia la iniciación del Mundial de fútbol de 1978 la dictadura había cumplido parcialmente su objetivo: había barrido casi a una generación, las políticas económicas del capitalismo salvaje de Martínez de Hoz lograban (con endeudamiento externo) que los argentinos viajaran a Miami y en las radios se escuchaba música anglosajona o artistas locales insospechados de cualquier contenido “subversivo”. El cine inundaba las pantallas con banalidades de Jorge Porcel o Carlitos Balá y la televisión hacía el resto. 1978 fue un año de una gran crisis para el rock y el folklore con gran cantidad de artistas exiliados. El concierto de rock prácticamente había desaparecido. Y entonces llegó el mundial.

Dicen las malas lenguas (siempre hay alguna de ellas) que el capitán Lacoste y la organización del mundial 78, autodenominada pomposamente EAM78 (“ente autárquico mundial 78”) le pagó una cuantiosa suma de dinero al genial compositor de películas italiano Ennio Morricone (el de Il Postino, La Misión y tantas otras) para crear la banda de sonido de la copa del mundo. Morricone, según estas malas lenguas, les entregó una escueta melodía que había sido descartada de la película “Sacco y Vanzetti”. La maestría de Morricone es evidente ya que se trataba de una melodía pobrísima que el músico la repitió y la varió de diversas formas y orquestaciones hasta lograr unos cinco minutos de banda sonora. Pareció en realidad un chiste, una humorada de la que Videla y compañía jamás se percataron. La banda sonora comenzaba con un grito, “Argentina hacia el mundial” y luego surgía una melodía recurrente con flautas acompañada de guitarras eléctricas, bajos y batería con una sonoridad pop muy setentista. La melodía trocaba a veces a modo menor y luego volvía a modo mayor. A veces eran voces femeninas, y luego masculinas. Luego (¡la misma melodía!) con vientos. Todo un canto a la vagancia musical inadvertido por los anquilosados cerebros militares acostumbrados al paso prusiano de las marchas. Esta melodía fue editada en un disco simple de vinilo (los discos chicos de antes), con una provocativa (pero decente) modelo italiana en la tapa. El fonograma tenía de un lado la obra de Morricone, llamada, en un espasmo de extrema creatividad, “El mundial”, y del otro, más acorde a los oídos castrenses, la famosa marcha oficial: esa que rezaba “25 millones de argenti-i-nós” (el acento en “nós” no es un error de tipeo, grafica la torpeza de la composición).

Tras un manto de impostura
La historia posterior es conocida: En los ochenta muchos músicos exiliados se animaron a volver al país y el movimiento de la música popular se revitalizó. En 1982, con la guerra de Malvinas, el presidente de facto Galtieri instruyó prohibir de las radios toda la música sajona y darle espacios a los otrora pelilargos subversivos argentinos del rock, al folklore y al tango. Muchos sociólogos sostienen que el retorno de los recitales de masas fue clave en la recuperación de la movilización social que terminó horadando a un gobierno que había fracasado en todo, incluso en su intento de extirpar la solidaridad social característica del pueblo argentino.

Músicos desaparecidos
Como homenaje a los compañeros víctimas del terrorismo de Estado, publicamos un listado, seguramente incompleto, de músicos desparecidos, informado por el Sindicato Argentino de Músicos (SADEM). Hasta la semana que viene.

-Hector Federico Bachini (sacerdote organista).
-Adriana Irene Bonoldi de Carrera (docente-música).
-Maria Eloisa Castellini (docente –música).
-Francisco Tenor Cerqueira (pianista brasilero).
-Luis Enrique Elgueta Díaz (músico chileno).
-Enrique Eduardo Elía.
-Ruben Esteban Alonso (empleado del SADEM).
-Jose Abel Fuks (docente-músico).
-Pedro Roberto Insaurralde.
-Hector Sergio Reynaud Ríos.
-Rene Russo.
-Roberto Claudio Valetti.
-Carlos Wintelman.


*“Para dos pianos”, relato publicado en el libro de Daniel Moyano “Un silencio de corchea”; Ediciones Biblioteca Mariano Moreno, 2010.

**El plan Cóndor fue la articulación entre las dictaduras latinoamericanas para intercambiar tareas represivas, una suerte de Mercosur del terrorismo de estado. 


martes, 19 de febrero de 2013

Improvisando con la Escala Mayor


Divulgación musical

Improvisando con la Escala Mayor

Por Julio F. González Iramain –Prof. de Música (Esc. Walter Malosetti), Lic. en Comunicación Social (UBA) – Director de la Escuela Superior de Música de La Rioja.  03822-421119 / jgonzaleziramain@yahoo.com.ar

La improvisación es básicamente un enfoque de la música en donde se ponen en juego una serie de elementos técnicos que todos los músicos deben conocer, más allá de que se dediquen a improvisar o no. Uno de estos elementos técnicos son las escalas.

Las escalas son sucesiones de sonidos que pueden aplicarse a la creación de melodías pero también son la base de la armonía (los acordes) de las obras tonales y modales. Cualquier sucesión de dos o más sonidos puede ser considerada una escala pero nos centraremos aquí en las de mayor uso en nuestro sistema musical.

Hay que entender además que una escala es un listado de posibilidades melódicas y que por ello el músico debe tempranamente desprenderse de la linealidad que ella le impone, tomando consciencia de las relaciones que se establecen entre los sonidos y de su interacción con los acordes. Siempre digo a mis alumnos que una escala es como un camino de piedras-laja en un jardín: nos permite caminar sobre terreno seguro, sobre las notas “correctas”. Pero por supuesto que no es el único camino para “moverse por el jardín”.

La escala Mayor

La escala Mayor o modo Jónico es la base del sistema tonal mayor de la música occidental. Tiene siete sonidos que se relacionan entre sí con la siguiente estructura (contada desde la fundamental): TONO–TONO–SEMITONO–TONO–TONO–TONO–SEMITONO (ver pentagramas y diagrama para la guitarra). Si se empieza la escala desde cada una de sus notas obtenemos siete modos que se los conoce con el nombre de “modos griegos” o “gregorianos” (en homenaje al papa Gregorio el Grande, quien organizó la litúrgica y los cantos religiosos medievales). Vamos a concentrarnos en el uso de la escala Mayor vista globalmente, sin adentrarnos en los modos, tema que retomaremos más adelante.

Esta escala sirve principalmente para improvisar o crear melodías sobre acordes mayores con séptima mayor (maj7, 7M, ∆, en el cifrado americano) pero también contiene todos los acordes que se generan en la armonización de la escala mayor: REm7, MIm7, FAmaj7, SOL7, LAm7 y SIm7(b5) (en el caso de la tonalidad de DO mayor). Por lo tanto, cualquier composición en modo mayor puede ser improvisada con la escala antes señalada. Si la obra está en otra tonalidad, se debe transportar la escala a la tonalidad correspondiente, manteniendo la estructura señalada en el párrafo anterior. Por ejemplo, si tenemos una composición en SOL mayor, deberemos usar la escala de SOL mayor: SOL, LA, SI, DO, RE, MI, FA#.

A continuación, transcribimos los acordes de la “Chayita del vidalero”, del célebre compositor riojano Ramón Navarro, sobre la que se puede usar la escala de SOL mayor para improvisar. 







La Improvisación en la música al alcance de todos


Divulgación musical

La Improvisación en la música al alcance de todos

Por Julio F. González Iramain –Prof. de Música (Esc. Walter Malosetti), Lic. en Comunicación Social (UBA) – Director de la Escuela Superior de Música de La Rioja.  0380-4421119 / jgonzaleziramain@yahoo.com.ar

Gracias a (o quizás podríamos decir “por culpa de”) la homogeneización cultural que produjo la globalización, la música en el mundo, por primera vez en la historia, parece encaminarse hacia la adopción de un sistema musical compartido, aunque, claro está hegemonizado por un enfoque occidental (europeo). Este sistema musical en realidad surge como una reinterpretación del sistema musical griego-helenístico que se produjo desde la Edad Media a lo largo de unos mil quinientos años y que desembocó, primero en el sistema tonal, y luego en el “Temperamento igual” que se produjo en el epílogo del período Barroco: La división de la octava en 12 intervalos iguales que usamos actualmente (en detrimento de los microtonos y los intervalos desiguales del sistema de afinación pitagórico y por los armónicos).

La música de occidente se sustenta sobre tres innovaciones que, a la vez, suponen grandes pérdidas. Occidente reinterpreta (a partir de la cosmovisión eclesiástica medieval) la tradición modal griega y, con el correr del tiempo, el actual modo Jónico desemboca en el Sistema Tonal. Así se pierde la riqueza y el color del resto de los modos griegos y sobre todo el sistema Enarmónico que contenía 15 sonidos y  microtonos, divisiones menores a nuestro actual semitono. La necesidad de transportar melodías y armonías a otras tonalidades y el creciente uso de instrumentos de teclado como el Clave (el antecesor del Piano) llevó a la necesidad de la afinación fija, y esto al Temperamento, con la consabida pérdida de la diversidad que suponía tener distintos tipos de intervalos: Salvo las octavas, el resto de los intervalos de nuestro sistema musical actual están “corruptos”, no coinciden con los intervalos naturales que se verifican en los armónicos. Para decirlo grosera y esquemáticamente: Nuestro sistema musical está desafinado con respecto a la naturaleza del sonido porque parte de una abstracción (la división en 12 partes iguales de la octava).

La tercera innovación-pérdida occidental es la escritura musical. La tradición hindú y la misma música griega tuvieron (y tienen) formas de escritura musical –algunas de ellas muy avanzadas-. Pero Occidente, en el largo camino que lleva de la edad Media a la Modernidad hace de la escritura musical un dogma y la convierte en la apoteosis de la música. Tanto la milenaria tradición de la India, como la griega, basaban su sistema musical en la improvisación sobre escalas y modos combinados con patrones rítmicos y formas de acentuación (similares a nuestra idea de compás pero mucho más abiertos, dinámicos y móviles). Es decir que la tradición musical que nos antecede nace como música de improvisación. Estas dos ricas tradiciones pueden rastrearse en la actualidad a través de grabaciones de música clásica de la India (su sistema musical incluye hasta 22 notas) y la música griega vive aún en la música religiosa y tradicional (no en el arte de masas) de Medio Oriente.

En Occidente, en la primera etapa medieval, se improvisaba pero esta práctica fue abandonándose a medida que la escritura trajo la idea hegemónica de “la obra musical” (concepto que sutura, cierra y estructura una composición que ahora debe ser interpretada según lo escrito en el pentagrama). Luego, la educación musical tradicional hizo lo propio y terminó desterrando la improvisación a la música popular o transformándola en patrimonio de unos pocos “genios”: los compositores escolásticos.

Empero, en el siglo XX, con el jazz y la masividad del rock, la improvisación regresó al imaginario colectivo musical para recuperar acaso el terreno que nunca debió perder.


Improvisar, el estado natural de la música

Pero ¿qué es improvisar? ¿Es un estado de iluminación cosmológica tal que los sonidos vienen al músico y éste los vuelca a su instrumento? No, improvisar es el estado natural de la música y, con ello, es previo a la escritura o al pautado de las ideas musicales. Improvisa el músico de jazz pero también lo hace el compositor académico o el arreglador antes de volcar sus ideas sobre el papel.

Pero improvisar musicalmente no es lo mismo que ser un músico improvisador: El músico que improvisa busca sus composiciones, variaciones y arreglos con los mismos elementos técnicos que el improvisador. La diferencia es que el primero, una vez encontrada la idea musical, cesa en su búsqueda (para esa obra) mientras que el improvisador se prepara y entrena para que su lenguaje esté permanentemente imbuido de esa búsqueda de ideas musicales. El improvisador es un especialista en jugar con los sonidos en tiempo real, mientras que el músico “normal” centra su lenguaje en la previsibilidad que le da la repetición de lo ya compuesto, esté esto escrito o no. Entonces, se llama “improvisador” a aquel músico que está específicamente entrenado para improvisar, que tiene un cúmulo de conocimientos que le permiten hacer melodías en “tiempo real”, mientras se ejecuta la obra.

Estos conocimientos o elementos técnicos de un improvisador son los mismos conocimientos que debe adquirir y usar cualquier músico y pueden resumirse en el manejo general del sistema musical, un uso amplio de la Armonía (los acordes, los sistemas armónicos) y la Morfología musical, el conocimiento y utilización profuso de elementos que sirven para componer melodías como escalas, arpegios y sustituciones funcionales. Además, improvisar requiere de una sólida cultura rítmica, de un constante entrenamiento auditivo y, sobre todo, de una actitud abierta frente a las ideas musicales.


Bibliografía para consultar:

Athos Palma, José y Cattoi, Blanca; “Apuntes de acústica y escalas exóticas”, Bs. As. Ricordi

De Candé, Roland; “Historia universal de la música”; Aguilar

González Iramain, Julio F; “Introducción a la improvisación en el Jazz y la música popular”, La Rioja, Edición independiente, 2007

Quintiliano, Arístides; “Sobre la música”; Gredos

Schömberg, Arnold; “Armonía”; Madrid, Real Musical